El verano es una época que invita a disfrutar del sol, la playa y las actividades al aire libre. Sin embargo, también es la estación en la que la piel se enfrenta a mayores agresiones externas: radiación ultravioleta, altas temperaturas, cloro de piscinas, sal del mar, sudor y contaminación. Todo esto puede afectar seriamente la salud y el aspecto de la piel si no se toman las medidas adecuadas.
Más allá de lo estético, cuidar la piel durante los meses de calor es una cuestión de salud. Una exposición prolongada sin protección puede provocar manchas, envejecimiento prematuro, quemaduras solares e incluso lesiones más graves. Por eso, es importante adaptar la rutina diaria y seguir una serie de recomendaciones básicas para mantener la piel hidratada, protegida y equilibrada.
Cuida tu piel en verano
Cuando el calor aprieta, la piel pierde más agua y se vuelve más sensible. La exposición solar intensa favorece la aparición de arrugas, manchas y otras alteraciones cutáneas, sobre todo si no usamos un protector solar adecuado. Aunque parezca suficiente con aplicarlo una vez al día, lo cierto es que debe reaplicarse con frecuencia, especialmente si sudamos o estamos en contacto con el agua.
Además, durante esta época la piel produce más sebo y está en contacto constante con agentes externos como el cloro, la sal o el sudor. Todo esto puede obstruir los poros y generar imperfecciones si no se realiza una limpieza adecuada. Por eso, es importante no descuidar ni la higiene diaria ni la hidratación, incluso en pieles grasas.
Consejos para cuidarse la piel en verano
Para mantener tu piel sana durante el verano, no se trata solo de usar protector solar. Sigue estos consejos para mejorar tu piel en verano:
Usa protección solar de forma constante y correcta
No basta con aplicarse crema solar al llegar a la playa. El protector solar debe convertirse en parte de la rutina diaria, como lavarse la cara o cepillarse los dientes. Aplícalo por la mañana, al menos 15 minutos antes de salir de casa, y vuelve a aplicarlo cada dos horas o después de nadar o sudar.
Elige un protector con amplio espectro (UVA y UVB), con un factor de protección solar (SPF) de al menos 30 para el día a día, y 50 si vas a estar muchas horas al sol. No olvides zonas como las orejas, cuello, empeines y labios.
Hidrata la piel a diario, incluso si es grasa
Con el calor, es común sentir que la piel está más húmeda por el sudor, pero eso no significa que esté bien hidratada. La exposición al sol y al aire acondicionado tiende a resecarla. Usa una crema hidratante adecuada a tu tipo de piel: en verano suelen funcionar mejor las fórmulas ligeras, en gel o loción, que aportan frescor y no dejan sensación pesada. También es fundamental beber suficiente agua durante el día para ayudar desde dentro.
Limpia el rostro al menos dos veces al día
La acumulación de sudor, grasa, restos de protector solar y contaminación puede obstruir los poros. Por eso, la limpieza facial es más importante que nunca. Por la mañana, ayuda a eliminar residuos generados durante la noche; por la noche, elimina todo lo acumulado durante el día. Opta por un limpiador suave, sin alcohol ni sulfatos, para no resecar ni irritar la piel.
Evita el sol en las horas más intensas
Entre las 12:00 y las 16:00, los rayos solares son más agresivos. Durante esas horas, lo mejor es buscar sombra o permanecer en interiores. Si necesitas estar al aire libre, refuerza la protección usando sombrero de ala ancha, gafas de sol con filtro UV y ropa ligera que cubra brazos y piernas.
Exfolia con moderación
La exfoliación es útil para eliminar células muertas, mejorar la textura de la piel y favorecer la regeneración celular. Sin embargo, en verano conviene no abusar. Una o dos veces por semana es suficiente, y siempre con productos suaves, que no irriten.
Si tu piel está muy sensible por el sol, puedes posponerla o usar exfoliantes enzimáticos, menos agresivos.
Protege también la piel del cuerpo
No nos olvidemos del cuerpo: espalda, escote, hombros y piernas también necesitan atención. Usa un protector solar corporal adecuado, y aplícalo con generosidad. Después de la exposición, una crema after sun puede ayudar a calmar e hidratar.
Cuida tu alimentación
La piel también se protege desde el interior. Las frutas y verduras de temporada, ricas en agua y antioxidantes, ayudan a neutralizar el daño solar. También es importante reducir el consumo de azúcares y grasas saturadas, que pueden favorecer los brotes de acné.
Observa tu piel y consulta ante cualquier cambio
Cualquier mancha nueva, lunar que cambie de forma o color, o zona que no cicatrice bien, merece una revisión médica. La prevención es clave, y el verano es un momento ideal para prestar atención a estos signos que muchas veces pasamos por alto. Además, contar con el consejo de un dermatólogo permite adaptar los cuidados a las necesidades concretas de cada tipo de piel y detectar posibles problemas antes de que evolucionen.
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